Amalia Moreno
El panorama en la administración pública no parece alentador y menos prometedor; ante ello, profesionales tan destacados como Mayen, Camilo y Aldo coinciden en que lo más importante es apostar por el desarrollo de capacidades; la pieza clave de la gran reforma que todos queremos es el recurso humano acompañado de un marco legal adecuado para la labor de la función pública.
En las últimas décadas y hasta la actualidad, los gobiernos siguen llamando “reforma” a la emisión de más leyes o modificaciones de éstas, con ausencia absoluta del elemento transformador que es la preparación del recurso humano; por el contrario, con tanto formalismo y un sistema de control que valora más la formalidad que el resultado, hemos ido castrando el pensamiento, el sentido común y la capacidad de gestión de los funcionarios públicos.
Pero si es obvio que el desarrollo de capacidades y la captación de talentos para la gestión pública es lo más importante ¿Por qué los gobiernos no inician la gran reforma? La respuesta a esta pregunta puede ser variada; por ejemplo, porque no les es políticamente rentable o porque no tienen idea de cómo iniciar esta reforma.
La preparación y en algunos casos la transformación del funcionario público no se logra con una capacitación sobre una ley o con talleres de cómo cumplir con los formalismos normativos, sino con estrategias de formación enfocadas en innovación. Eso fue para muchos lo que trajo los convenios de gobierno a gobierno (G2G): innovación y conocimiento para la gestión pública, ¿se necesitaron sendas leyes para lograr ese objetivo? La respuesta es un NO rotundo, sólo se requirió algunas habilitaciones legales y mucha capacidad de gestión.
Ciertamente, la realización de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos Lima 2019, ejecutado a través de un G2G, es conocido como un caso de éxito no solo nacional sino internacional ¿Por qué no sucedió lo mismo con los demás convenios de gobierno a gobierno? ¿Con la Autoridad para la Reconstrucción con Cambios (ARCC), por ejemplo?
Habiendo formado parte de ambos proyectos (Lima 2019 y ARCC) puedo decir categóricamente que ambos proyectos fueron gestionados de manera similar, es decir, se centraron en la mejora de capacidades a través de la transferencia de conocimientos. En RCC, por ejemplo, potencializamos las habilidades de más de 1500 funcionarios de distintas regiones del país y se crearon las condiciones para implementar las más modernas técnicas de contratación e ingeniería para desarrollar los proyectos. Al año de convertirse en Entidad ejecutora (2021) y, pese a la pandemia, ARCC ya era la mejor ejecutora a nivel nacional, habiendo suscrito más de 40 contratos por aproximadamente 9 mil millones de soles para ejecutar obras en 9 regiones del país, principalmente en zonas rurales.
La gran diferencia entre ambos proyectos, además del impecable liderazgo del señor Carlos Neuhaus, es el nivel de complejidad y envergadura. ARCC debía ejecutar, además de colegios y establecimientos de salud en zonas rurales y urbanas, obras de control de inundaciones nunca antes hechas en el Perú y escasamente ejecutadas a nivel internacional, con la agravante de contar con un avance incipiente o casi nulo en los estudios de los proyectos (2020) a cargo de los distintos ministerios y regionales hasta ese momento.
ARCC empezó a cobrar relevancia no solo por su nivel de ejecución sino porque su estructura institucional era concebida como sólida y ágil, pese al gran presupuesto que se manejó. Así, del 2020 hasta mayo de 2022 no hubo denuncias ni escándalos de corrupción de ningún tipo (situación atípica en nuestro país), gracias a la estructura organizacional que pudimos implementar, apostando por un trabajo conjunto con las autoridades locales (transferencia de conocimientos) y promoviendo la innovación, con lo cual se generaron resultados más que alentadores en las obras de reconstrucción (más del 80% de las 11 mil intervenciones del plan de reconstrucción se culminaron). Resalto el término “reconstrucción” porque esa fue su función inicial. Recién en el año 2020 se le fue cediendo progresivamente funciones de unidad ejecutora para las obras de prevención.
La gobernanza que pudimos implementar protegió a la RCC de las intromisiones políticas en varios gobiernos, a pesar de la fragilidad institucional, pero no pudo protegerla de la corrupción que algunos de éstos traían consigo; simplemente destruyeron una institución que había apostado por dos pilares importantes: 1) desarrollo de capacidades y 2) madurez institucional (gobernanza) con enfoque en el servicio al ciudadano.
Como país, no supimos aprovechar al máximo las lecciones aprendidas de una institución que, además de trabajar de manera descentralizada, se atrevió a tomar la posta de megaproyectos relegados históricamente por su alta complejidad, pero, sobre todo, ejecutar proyectos integrales con enfoque de cambio climático que era realmente un reto. Los aciertos y desaciertos de esta institución debieron formar parte del legado para la gestión pública, no siempre debemos empezar de cero, el Estado debe tener la capacidad de medir el impacto de sus decisiones.
¿Por qué es importante la gobernanza? La mejora de la gobernanza no solo es una cuestión de eficiencia operativa, sino que también es crucial para cultivar la confianza de la ciudadanía y del sector privado en las instituciones gubernamentales para cumplir con sus objetivos de desarrollo de manera sostenible. Cuando la gobernanza es adecuada, los ciudadanos pueden esperar una toma de decisiones más informada, una distribución equitativa de recursos y un mayor nivel de responsabilidad por parte de sus líderes y por ende tener mejores resultados en bienes, servicios e infraestructura pública.
De manera muy amplia podemos entender que la gobernanza es aquella forma en la que se ejerce el poder y se toman decisiones en las instituciones gubernamentales para gestionar los asuntos públicos. Ello implica la interacción entre diversos actores, como el gobierno, la sociedad civil, el sector privado y otros, en el diseño, implementación y evaluación de políticas y ejecución de programas o proyectos. No obstante, la gobernanza en el sector público debe abarcar en sus políticas varios aspectos fundamentales como la transparencia y rendición de cuentas, la lucha contra la corrupción, el desarrollo de capacidades y de instituciones sólidas, la innovación, el enfoque de desarrollo sostenible, entre otros.
En el complejo ajedrez de la gobernanza en el Perú, un desafío persistente y poco discutido parece socavar los cimientos de la estabilidad y el progreso: la pérdida de instituciones sólidas y la ausencia de capacidades debido a la alta rotación de personal en las instituciones gubernamentales. ¿Cómo se puede esperar que se materialicen resultados a largo plazo cuando los encargados de llevar a cabo las iniciativas son reemplazados con una frecuencia alarmante? No es que deba prohibirse el cambio, sino que los cambios deben responder a una mejora en la eficiencia de la función pública, en términos de mejores servicios al ciudadano.
Esta alta rotación irracional no solo afecta la eficacia de las políticas, sino que también genera un vacío de experiencia y conocimiento institucional, perpetuando un ciclo de aprendizaje constante que se traduce en más gasto corriente para el Estado, en lugar de la acumulación de conocimientos necesarios para abordar los desafíos complejos del país.
La innovación surge en entornos donde las variables pueden ser inciertas o desconocidas y fomenta la experimentación y el aprendizaje a partir de los fracasos (así nació el G2G). Sin embargo, las políticas restrictivas y la alta rotación de personal crean un terreno inhóspito para la creatividad y la mejora continua que, por supuesto, se traducen en el incremento de brechas de desarrollo.
Ya concluyendo, podemos afirmar que el Perú necesita una gobernanza que fomente la retención del talento, donde los profesionales puedan comprometerse a largo plazo con el servicio público sin temor a ser víctimas de los intereses políticos. Al mismo tiempo, se deben revisar, reformar y/o eliminar las regulaciones forjadas en contextos ajenos a la realidad mundial, aquellas que impiden y generan ese círculo vicioso de bajos estándares de calidad – corrupción – falta de confianza.
Ciertamente, la tarea es grande pero no imposible; estoy segura que todavía quedan funcionarios valiosos dispuestos a innovar y los que alguna vez tuvimos el honor de serlo, tenemos que seguir contribuyendo desde la plataforma que sea, los funcionarios por vocación no renunciamos nunca, seguimos dando la batalla siempre!