Nacen los monstruos

Comentarios al texto de Gonzalo Banda "La contrarreforma populista"

Rocío Silva-Santisteban

Excongresista de la República

“El viejo mundo muere, el nuevo tarda en aparecer y en ese claroscuro nacen los monstruos”, reza una vieja frase de Antonio Gramsci más que certera para referirnos a las reformas, contrareformas y demás aderezos del poder en el Perú. Sin embargo, en esta ocasión no atravesamos cualquier crisis sino una de tales dimensiones, dentro de un silencio sordo, que todo se va desbaratando como caen las paredes de quincha, para mostrarnos el interior de un cascarón racializado, ultra individualista, polarizado y centralista hasta el desprecio. ¿Cómo reconstruir una democracia real en estas condiciones? 

 

La gente de La Mula me pide comentar el texto de Gonzalo Banda sobre la contrarreforma populista y lo primero que quisiera mencionar es que urge un debate serio que nos permita confiar nuevamente en la palabra del otro. Para hacer práctica contra la polarización y el rechazo a toda alteridad, urge leer y pensar y repensar los planteamientos diferentes. 

 

Gonzalo Banda se centra en algunos temas fundamentales para entender el momento que estamos atravesando en el Perú pero hay uno que me parece primordial y que, como buen arequipeño, lo ha vivido: es imposible seguir adelante con este centralismo, especialmente, económico y presupuestal. Me refiero a que, a pesar de los gobiernos regionales y sus buenas, malas o pésimas gestiones, la toma de decisiones de proyectos de desarrollo incluso en presupuestos regionales gira en torno a las oficinas del Jirón Junín del MEF. Por eso mismo, el último comunicado de la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales – ANGR dejó el lenguaje de la confrontación frente a la necesidad de alinearse contra el dengue: “actuemos en el marco de nuestras competencias sin adjudicar responsabilidad política a terceros”. La claudicación presupuestal o como diría Eduardo Ballón, el suicidio por el financiamiento de los proyectos. 

 

No obstante, el tema no solo pasa por las autoridades o las élites, sino que está adentrado en los sentimientos de la gente de a pie: la centralización de Lima y sus comunidades-burbuja tanto académicas o mediáticas, como empresariales y financieras, no responden a las necesidades urgentes de protagonismo ciudadano de los sectores del sur andino o de la selva central. En las últimas movilizaciones el mensaje era enfático: “deja de pensar que soy sujeto de programas sociales y aprende que soy sujeto de poder”.  Porque el desprecio a las regiones no ha llegado sola sino acompañada de un racismo supérstite que, en la urbe, rescata viejas y más sutiles diferencias entre mistis y runas. Esta es la lógica de funcionamiento de los vínculos entre quienes detentan el poder en Lima, aunque sean provincianos, y sus paisanos localizados en los territorios. No vivir en el territorio te hace, muchas veces, perder la perspectiva. 

 

Pensé que Banda iba a detenerse un poco más en toda la producción anti-reformas de este saurio deforme que es el Congreso. Porque con sus normativas hechas a medida de sus intereses bajos han logrado poner en jaque la Reforma Universitaria, descabezar a la ATU, designar a un Defensor (funcional) del Pueblo, amodorrar al Tribunal Constitucional, archivar las denuncias contra Manuel Merino y levantar otras sin pies ni cabeza solo para sacar de carrera a contrincantes con probabilidades electorales. De la mano de las bandas que otrora poblaron las Región Callao y hoy se posicionan con alevosía en la Municipalidad de Lima están decididos a que el Perú denuncie el Convenio Americano de Derechos Humanos porque, es cierto, pretenden emular a Bukele pero también, al desgaire, a Ortega y a Maduro ¡y no les importa! 

 

El Congreso tiene una agenda concreta en cooptarlo todo: en eso el fujimorismo es especialista, se han pasado años en el Legislativo aprendiendo el recoveco de la ley para sacarle la vuelta y llenarse la boca de palabras mediadas por la opacidad jurídica. Por eso el interés en la Comisión de Constitución, en la Comisión de Ética y en otras que juegan en pared para aceptar o archivar proyectos fundamentales, o entregarles a las otras bancadas salvavidas o lastres con el objetivo de negociar. ¡Lo estamos viendo desde hace más de seis años!

 

Por eso urge no una reforma al uso sino una propuesta más radical que pasa, en mi opinión, por repensar la nación desde sus cimientos. Me refiero, por ejemplo, a entender que el racismo y el patrón de poder han permeado desde un primer momento la institucionalidad y que las reformas varias, incluyendo la reforma agraria y los avances en derechos ciudadanos y políticos para las mujeres, no han bastado para reorganizarnos como país. Tampoco ha bastado el crecimiento económico ni la reducción de la pobreza. Hoy se requiere instituir prácticas democráticas sobre pensamiento democrático: eso no lo tenemos. Cada vez más el péndulo se acerca al autoritarismo, no solo desde las élites, sino desde el barrio: matar al sicario, armar al serenazgo, solucionar el machismo con derecho penal. 


Personalmente considero que deberíamos de pensar en una Segunda República que pase por entender que no somos una nación sino múltiples y que, como ha avanzado el pluralismo jurídico con las rondas campesinas y la justicia comunal, o con los Territorios Autónomos wampis y awajún, podríamos caminar hacia un Estado plurinacional. Eso pasa, sin duda, por un cambio profundo de nuestra estructura normativa que, en verdad, debería ser impulsado desde las organizaciones, movimientos, comités, sindicatos, frentes de defensa, colectivas, rondas, comunidades, entre otros. Estoy pensando en tiempos largos, históricos, así como en la urgencia de difundir ideas, más que en un cambio constitucional apresurado que pueda ser un búmeran, manipulado finalmente por los monstruos.

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